Hubo un pequeño fallo con los horarios,
pero llegamos todos bien al parque Don Benito, algo dormidos para coger la
guagua, pero animados para pasar un gran campamento con los lobatos.
Llegamos al terreno del 105, cogimos
nuestros materiales necesarios y tiramos para arriba con la manada, al llegar
nosotros que éramos ocho personas más dos Guanartemes, empezamos a quitar malas
yerbas, claramente para poder montar las casetas encima.
Una vez montadas todas nos pusimos a
hablar de la empresa y a aclarar un poco las campañas
económicas. Seguidamente comimos todos juntos, en una sombrita, porque estaba haciendo muchísimo calor.
Durante el tiempo libre nos pusimos a
cantar, jugar, hablar…
Empezó ¡lo mejor! Porque la manada nos separó en parejas, un lobato con un esculta, para poder hacer la cacería, organizada por ellos mismos; tenía muchas pruebas, y ¿sabéis cuál era la venganza de ellos para todos nosotros?...
...¡GLOBOS DE AGUA!, por lo tanto terminamos todos empapadísimos como Julia o África.
Lo que vino después fue la merienda, una
rica manzana, que nos comimos la gran mayoría y para el “pequeño” perro del
campa también hubo manzanas.
Nos fuimos a otro sitio todos los escultas para
hacer unas actividades programadas por nuestras Guanartemes, una de ellas tenía
la guitarra, y nos lo pasamos super bien.
Volvimos al sitio de campamento más o menos a las nueve y cuarto, para cenar todos juntos, al terminar tuvimos la sorpresa de poder cantar alrededor de una hoguera, algo que nunca se hace en los campamentos, y que nos gustó mucho.
Para finalizar este grandioso día los
lobatos se fueron a dormir y nosotros una hora más tarde también, aunque en la
segunda caseta costó un poco dormirse, ya que se estaban riendo muchísimo, pero
al final, fue posible.
La diana del domingo fue a las nueve y media, pero como siempre los lobatos se despertaron a las siete de la mañana, y estuvieron hablando a partir de ahí, aunque después para despertarnos a nosotros… ¡SE TIRARON TODOS ENCIMA! Menos mal que no pesan, porque todos encima nos hubieran asfixiado.
Desayunamos todos juntos, y al terminar nos pusimos a desmontar las casetas.
A las 12 nosotros nos fuimos con hachas, hoces, rastrillos y demás cosas para empezar a organizar nuestro terreno que nos cedió el 105 y nos quedamos allí hasta la hora de comer, salimos muy contentos aunque con unas cuantas ampollas en las manos, pero conseguimos despejar mucho el terreno de lo que antes había.
A las cuatro comenzaron las ceremonias,
varios lobatos tuvieron progresos y sus padres los acompañaron en ellos. Y a las cinco y media cogimos la guagua de regreso para
dirigirnos a casa. Aquí concluye un campamento extraordinario, donde todos
compartimos con todos, y la gran mayoría de momentos fueron de alegrías y
risas. Recordando que cada momento es un Imidagüen para recordar.